La situación económica modifica los patrones habituales de demanda de los detectives andaluces · Bajan las investigaciones por infidelidades, suben las pesquisas de divorciados y las empresas atajan la picaresca.
Elemental: el gran error de F. fue bajar todas las noches la basura en batín y zapatillas. Esa cotidiana acción era fotografiada en días alternos porque S., que vivía en una habitación de realquiler, había gastado el poco dinero que le quedaba en contratar a un detective para demostrar que M., su ex mujer, vivía con F. en la casa que S. pagaba todos los meses según el acuerdo de separación. El juez, a la luz de las pruebas (qué mejor prueba que un batín y unas zapatillas), admitió que S. no tenía obligación de seguir pagando la casa de M. y, si F. quería seguir viviendo en la casa de M. -que pagaba S.- con M., que la pagara él. Historias como ésta, real como la crisis, son ahora el "producto estrella" de las Agencias de Detectives.
La revisión de pensiones compensatorias se ha convertido en uno de los principales trabajos de los detectives y ha coincidido con la crisis. Los divorcios son muy caros y la situación en la que han quedado muchos hombres es penosa. Invertir en un detective puede ahorrarte mucho dinero si tu ex se está aprovechando.
Se aportan casos más extremos. En este caso ella, C., no vive con ningún hombre, vive con su madre. Lo que ha hecho C. es poner en alquiler la casa cuya hipoteca paga D., su ex, con lo que consigue un ingreso extra sobre la pensión que también recibe de D. Mientras, D. malvive en otro piso de alquiler, pero muy pequeño y en una de las zonas más pobres de Sevilla. En estos casos, la única salida es un detective, que es el único que puede aportar pruebas aceptadas por el juez. Desde luego, la Policía, que bastante tiene con hacer el seguimiento de las numerosas órdenes de alejamiento que hay, no investiga casos así. En un país donde la economía sumergida va al alza como consecuencia de la crisis, cada vez aumentan más los casos de ex cónyuges que niegan parte o la totalidad de sus ingresos con el objetivo doble de no tener que pagar lo que deberían a Hacienda y de que no les compute en el cálculo de las compensatorias. Se trata de mujeres que afirman no trabajar y dedican su tiempo a cuidar de los hijos, hombres que afirman estar en paro cuando realmente están cobrando un subsidio y, a la vez, un salario en un sobre....
El aumento de estos casos ha coincidido con el hundimiento de un clásico: las infidelidades.
Dentro del mundo de la empresa, también se ha incrementado la solicitud de servicio de seguimiento al trabajador al que antes se le permitía cierta relajación y ahora se le buscan las vueltas para un despido procedente o bajarle el sueldo. Antes se seguía a los absentistas y los encontrábamos en su casa, sin hacer nada, o incluso yéndose de viaje. Ahora predomina un absentista que se pide una baja para hacer un trabajo, una chapú, en la economía sumergida y sacarse un sobresueldo.
Cerremos el catálogo con otro efecto de la crisis. A J. y R. le van bien las cosas en plena recesión y no han tenido mejor ocurrencia que comprarse un deportivo. A su vecino, H., las cosas le van rematadamente mal y hace tiempo que no aguanta a J. y R. con su ostentación. A la mañana siguiente de comprarse el deportivo, el coche de J. y R. amanece rayado de arriba a abajo. Un producto de la crisis: algo tan humano como la envidia.
Fuente: diariodesevilla.es
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